14 de diciembre de 2009

"Girl of the north country"

Querido diario; Esta noche hace un frío especialmente intenso, el termómetro de la calle marca 3 grados, pero parecen -30. Aprieta el frío y de fondo escucho la canción de Bob Dylan “Girl of the north country”, parece que todo incita a la nostalgia. Toca hacer repaso. Con la sensación de tener aún deudas por saldar, me dispongo a buscar en palabras ajenas algo en lo que reconocerme. Esto lo suelo hacer a menudo, no sé si como una huida de mi mismo, aunque al final suelo volver al lugar del que escapé, no sé. Desde luego no pretendo robar algo que no es mío, sino tomarlo prestado respetando su origen. Pero es que hay canciones que parecen estar hechas para que cada uno las haga propias. Supongo que es esto lo que las hace eternas, a las canciones y, sobre todo a las historias que cuentan. Canciones con forma de despedida, pero en las que aún cabe la esperanza de otro mundo posible, de una nueva mañana radiante y soleada que espera, aunque nos empeñemos en no querer verla. Son canciones que huelen a frío y nostalgia, una taza de café caliente en las manos, alguien que se va. Pero en su esencia está el mensaje: no apagar nunca la luz, no cerrar nunca los ojos. Y las historias, mucho más importantes que las canciones, abundan entre la multitud, pero sólo una de ellas bastaría, cualquiera. Afuera, en la calle, en los periódicos, gente como Aminetu Haidar nos recuerda con su voz cada vez más débil, que nuestra condición de animal social nos obliga de algún modo a salir de nuestra burbuja y pisar la realidad, y así basarnos en ella para realizar nuestros movimientos, pequeños, pero esenciales. Su sonrisa intacta a pesar de lo duro y hostil de la situación, alumbra el camino y da esperanza. Su sonrisa es eterna. El camino siempre existe y muchos son los que lo han recorrido, viejos fugitivos que supieron mantenerse atentos y que consiguieron alejarse de sí mismos para acercarse a los demás. Pero este maldito frío me está llegando a los huesos, y ya sabemos que este especie de ataque sin piedad directo a nuestra esencia nos vuelve melancólicos, y nos recuerda despedidas, ausencias,…Creo que ya va siendo hora de volver a empezar. Pero si por casualidad os la encontráis por allí por las tierras del norte, decidle que la echo de menos........................................................................... Madrid, 13 de diciembre de 2009.

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